Este jueves, relato: Sucedió a bordo de un MG METRO.
Por primera vez y sin que sirva de precedente, voy a alejarme 180 grados de la ficción y bucear en la realidad. Una historia tan verídica como indecente y, no sé hasta qué punto verosímil; pero así es como sucedió y así es como la cuento. Fue en coche, uno pequeño y blanco. Sonaron tres veces las campanas del Miguelete, cuando esto sucede después del mediodía quiere decir que son las 15:00. Terminábamos de tomar el aperitivo de esa mañana de sábado con el que Regina y yo habitualmente despedíamos la semana laboral. Como con un gatillo recién disparado la miré y le dije: Si me pagas el hotel, te invito a cenar en Arzak. Regina, que se apunta a un bombardeo, pidió la cuenta de la cerveza y las aceitunas, y me arrastró a casa a por una muda limpia. Al pasar Teruel empezó a llover y la conducción era lenta y la demora en la carretera la hacía más inquietante aún. La mesa estaba reservada para las 21:00 horas. En Zaragoza, llevábamos una hora de retraso sobre el h